El Palacio Ducal de Gandia, símbolo del poder Borja

Conocido también como Palacio de los Borja, a partir del establecimiento de una rama de la familia en 1485, su origen se remonta a siglo y medio atrás, a la época de los duques reales de la Corona de Aragón. Junto a la colegiata, es el edificio más notorio y antiguo de la ciudad, sobrio ejemplo del gótico civil.

Los jesuitas, a su vuelta tras la expulsión de 1767, recuperaron la casa natal de san Francisco de Borja, tercer general de la orden y cuarto duque de Gandia, y convirtieron el palacio en noviciado, residencia y museo hagiográfico entorno a la figura del noble jesuita y santo.

Actualmente la edificación también está equipada con el Espacio de las Emociones, una sala multimedia que muestra al visitante los episodios fundamentales de la historia del Ducado de Gandia, de mayor poder y esplendor: como cuna de los “Clásicos” de la literatura del Siglo de Oro Valenciano (siglo XV) y de los duques Borja.

Palau Ducal

Desde su construcción hace siete siglos, el edificio ha sufrido todo tipo de obras y reformas, distanciándolo de su aspecto original. La primitiva construcción, llevada a cabo por el duque real Alfonso el Viejo, fue una fortaleza urbana, con fachada almenada y protegida por dos torres defensivas, en las esquinas que miran a la calle que lleva su nombre y que resultaron destruidas por los terremotos de finales del XVI. Además, en el mismo siglo, las tropas de agermanados saquearon e incendiaron el palacio. Posteriormente, las sucesivas reformas van convirtiéndolo cada vez más en un palacio de corte italianizante, con lujosas salas, ventanas más luminosas y nuevos balcones. Sus actuales propietarios, los jesuitas, adaptaron el edificio a sus necesidades, de modo que el palacio alberga, también, una iglesia, un colegio de primaria, la residencia de la comunidad religiosa y una sala de exposiciones.

Puerta de acceso al patio de armas

Escudo Borja

El edificio se estructura alrededor de dos patios y diversos estilos se superponen, desde el gótico del siglo XIV hasta el neogótico del XX. Del palacio original, adosado a la muralla que rodeaba la ciudad, se conserva la actual puerta de acceso al patio de armas, un arco de medio punto dovelado, así como el cerrojo que la cierra por dentro, con las barras características del escudo real de la Corona de Aragón.
Al adquirir el palacio, la familia Borja colocó el suyo sobre esta puerta. Dos ángeles lo sostienen, dentro de una hornacina flanqueada por dos hombres de largas barbas. Aún hoy se puede contemplar en la fachada, que en otro tiempo estuvo decorada con vistosos motivos vegetales, tal y como se comprueba en la trasera, restaurada recientemente.

Ventana gótica del palacio

En el patio central o patio de armas destaca una gran escalinata apoyada en tres arcos de altura creciente, sobre la cual se conserva una de las primitivas ventanas del palacio, propia de la arquitectura gótica de la Corona de Aragón. Bajo la escalera, en el mayor de los arcos, se emplaza un gran escudo heráldico labrado en piedra, que recoge el linaje de los Borja, de los diez primeros duques de Gandia. Los dos otros arcos albergan un pozo de agua y dos altorrelieves de dos parábolas del Nuevo Testamento (la del hombre cuerdo y el hombre necio, y en la que Jesús reprende a escribas y fariseos).

Cámara de la Duquesa

En la primera planta se accede a la Cámara de la Duquesa, el aposento de María Enríquez, con arcos apuntados de estilo neogótico, donde nació́ Francisco de Borja en 1510. Según la leyenda, en ese día apareció́ en el cielo una estrella con cola que avisaba de la llegada de un hombre santo, quedando reflejado en el escudo gandiense. Cuenta con mobiliario reciente y destacan las piezas originales de pavimento y zócalos de azulejos.

Capilla neogótica

Contiguas se hallan la Sala de los Estados, en recuerdo de las posesiones en Cerdeña de la familia Centelles, incorporadas a las Borja con la anexión del condado de Oliva; la Sala Verde, por los azulejos y decoraciones, que guarda unos manuscritos originales del santo Borja; el comedor, con utensilios de cocina de la época; el Salón de las Águilas, que recibe su nombre por el friso dorado que recorre la parte alta y que tiene como elemento decorativo principal las aves; y la Capilla neogótica, del siglo XIX, y en la que destacan su cúpula de vivos colores azulados y los iconos del retablo.

Salón de Coronas

Desde el patio de armas también se accede al renacentista Salón de Coronas, que conserva la reforma hecha por Francisco de Borja. El cuarto duque celebraba aquí sus audiencias y debe su nombre a las dobles coronas borgianas, símbolo de Alejandro VI en su coronación como Papa, que sus hijos, los duques de Gandia, adoptaron como propio y que se repite como decoración en el artesonado de la sala.

En cuanto a su decoración, destaca el zócalo de azulejos del siglo XVI, así como una serie de pinturas en las paredes, que imitan tapices e ilustran diversos pasajes de la vida del santo Borja. Además, la habitación está iluminada por ventanas góticas con asientos de piedra en su interior, desde donde contemplar las pinturas murales que adornan el exterior de la fachada.

Santa Capilla

En la sala contigua se encuentra la Santa Capilla, la celda oratorio de san Francisco de Borja, con un techo en forma de ataúd, y donde, según la leyenda, era tentado y distraído de su devoción por el diablo. En esta pequeña capilla se conservan una serie de dibujos de Felipe Pablo de San Leocadio sobre los misterios del rosario.

Galería Dorada

Entre el patio de armas y el patio de cañas se halla la Galería Dorada u Obra Nueva, la sala que más sorprende a los visitantes. Fue construida entre 1703 y 1716 por el décimo duque, Pascual Francisco de Borja, para conmemorar la canonización de su antepasado Francisco de Borja. Usada como sala de fiestas, se trata de una gran habitación rectangular, de 38 metros de longitud, dividida a su vez en cinco salas contiguas, separadas por puertas corredizas, que abiertas constituyen un gran salón diáfano. Erigida como un trampantojo arquitectónico por Capuç, una de las figuras principales del Barroco valenciano, juega con las perspectivas y la luz, dotándola de una escenografía impresionante.

Los adornos dorados y una rica policromía constituyen las características más destacables de su decoración, en puertas, ventanas, dinteles y pavimentos. Además, cada sala cuenta con un gran lienzo en el techo, con las armas de la familia, motivos florales o alegóricos, siempre en honor de los Borja. En el lienzo La glorificación de san Francisco se halla a Francisco de Borja subiendo al cielo, mientras que tres virtudes sostienen, respectivamente, los retratos de Calixto III, Alejandro VI y el toro borgiano.

Sala del Universo

Un último atractivo aguarda al visitante en esta Galería Dorada, en la última sala, la del Universo, donde se ubica el célebre pavimento barroco de los Cuatro Elementos (aire, agua, tierra y fuego). En ella se establece una analogía del universo con la división clásica de los elementos celestes, en el techo, y los terrenales, en el pavimento.

Balcones Galería Dorada

Con vistas al patio de las Cañas o de la Cisterna, sus balconadas barrocas permiten contemplar los muros de la fachada de este lado del palacio, engalanados con una serie de pinturas murales que rompen excepcionalmente con el Barroco valenciano y se vinculan a los corrientes decorativos italianos.

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